Al igual que ocurre con esas máscaras de celebración que dejan polvillo plateado en los dedos, parecía que si pudiera tocar las caras que desfilaban, descubriría el color de la pigmentación con que la ciudad nocturna las había pintado. Caminar a través de las calles de Tokio reflejan no sólo el recuerdo constante del tiempo, sino también millones de caminos con destinos inciertos. Los ojos viran, evitan y se concentran. Sólo una palabra aparece: silencio.

Este es uno de los puentes que conectan al templo budista Byodoin, con los jardines. Estas construcciones se hicieron rodeadas de agua con propósito de evitar plagas (como ratas).

Fachada del acuario más grande del mundo.

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Arcos Torii, los cuales representan la purificación en el sintoísmo.

Ritmo de arcos dentro de Fushimi Inari.